Un avión, en una imagen de archivo

Una época de violencia

Artículo de opinión del histórico líder vecinal barcelonés y expolítico del Ayuntamiento, Lluís Rabell

Tras seis meses de una ofensiva devastadora del ejército israelí en la franja de Gaza, resulta imposible decir si lo peor ha quedado atrás, entre los escombros de la ciudad martirizada… o si aún está por llegar. El mundo ha asistido, cómplice o impotente, a un asedio medieval guiado por la más moderna inteligencia artificial. La mayoría de las víctimas, niños. Muertos bajo las bombas o intervenidos sin anestesia en hospitales prontamente arrasados. La tragedia de Gaza interpela la conciencia de la humanidad. Pero arroja también una luz cruda sobre la geopolítica del siglo XXI.

En los nuevos equilibrios estratégicos que surgen de la crisis del orden global de las últimas décadas, el pueblo palestino sigue siendo “una nación sobrante”. Estados Unidos, principal valedor de Israel, ha sido incapaz de contener la ira vengativa del gobierno israelí. (Y eso puede que le cueste a Biden la elección presidencial). Pero Europa – a pesar de los honrosos esfuerzos de Josep Borrell y de la diplomacia española, entre otros – tampoco ha sabido mostrar la suficiente firmeza ante lo insoportable. Ni que decir tiene que la actuación desmedida de Israel y la tibieza de sus aliados han venido como anillo al dedo a Putin y a China en sus esfuerzos por incrementar su influencia en el “Sur Global”, denostando el doble rasero de las viejas metrópolis y desacreditando a las democracias liberales. Por su parte, los países árabes, más allá de una retórica pro-palestina destinada a sus poblaciones, tampoco han movido un dedo.

Con un gobierno, el de Netanyahu, que necesita prolongar la guerra para mantenerse en el poder, la prosecución del conflicto puede derivar en un enfrentamiento regional con Irán y sus fuerzas afines. Pero, más allá de esta amenaza, la sangre vertida en Gaza inscribe la violencia de los Estados y el cuestionamiento del derecho internacional como paradigma de la nueva situación mundial. Con la guerra de Ucrania llegando a un momento crucial, marcado por la escasez de municiones en Kiev y el peligro de un repliegue estratégico americano – que daría alas al Kremlin -, es hora de que se enciendan las luces de alarma para la izquierda.

Solo ella puede pergeñar un proyecto federal que agrupe y potencie las fortalezas democráticas de Europa frente a las derivas nacional-populistas que la atenazan. Pero la izquierda debe también abrazar la complejidad de la situación, si quiere ser oída por la mayoría social trabajadora y la opinión progresista de las naciones. No es fácil lograrlo en medio del estrépito de las armas, cuando la emotividad lo desborda todo y los ecos de la historia resuenan en los corazones como una voz del presente. Ejemplo y prueba de ello es la instantánea sobre el estado de ánimo y la percepción de las cosas por parte de la sociedad israelí que nos brinda la entrevista realizada por “Le Monde” a Jérôme Bourdon, historiador y sociólogo especializado en el estudio de los medios de comunicación, instalado en Israel desde 1997, entrevista que reproducimos a continuación.

El triunfo de la causa palestina y una solución democrática del conflicto son imposibles sin un vuelco decisivo en el seno de la sociedad israelí, hoy cegada por el fervor patriótico. Movida por una justa indignación ante la barbarie, la izquierda no siempre ha sabido buscar el modo de acceder al pueblo para separarlo de los fanáticos y los aventureros. Ignorando o subestimando el impacto del 7 de octubre – cuando no situándolo en el suma y sigue del registro de la resistencia anticolonial -, una parte de la izquierda ha hecho un flaco favor a la causa que defiende, ahondando la incomprensión y el recelo de quienes, tarde o temprano, tendrán que apartar del poder a los señores de la guerra y apostar por el diálogo con los palestinos. Una vez más hay que decirlo: so pena de caer en un esteticismo autocomplaciente y estéril, la izquierda no puede conformarse con estar “en el lado correcto de la Historia”: su tarea es hacer bascular la Historia del lado del progreso y la fraternidad entre las naciones.

La época convulsa que anuncia la tragedia de Gaza nos obliga a un sobreesfuerzo de determinación y de inteligencia política.