Gente haciendo cola

Menosprecio de la cita previa y alabanza de la cola

Artículo de opinión escrito por el periodista Pablo-Ignacio de Dalmases

Don Antonio de Guevara fue un fraile franciscano que formó parte de la corte del emperador Carlos V, gracias a cuya real intercesión consiguió ser ordenado obispo, primero de Guadix y luego de Mondoñedo. Sus numerosas responsabilidades pastorales y políticas no le privaron de tiempo suficiente como para ejercer como también como ensayista y a su pluma se deben algunas estimables obras literarias que fueron apareciendo durante la primera mitad del siglo XVI. Una de ellas, bien conocida, fue la titulada “Menosprecio de la Corte y alabanza de la aldea”, publicada en Valladolid en 1539, en la que curiosamente quien ejerció como cortesano elogiaba la sencilla vida rural alejada del boato y las ceremonias, acaso porque conocía bien las servidumbres que imponían.

Me viene el recuerdo de dicha obra a propósito de la gratísima noticia que nos llega por boca de uno de los pocos ministros que suele darlas buenas. Me refiero a José Luis Escrivá, que lo fue de Seguridad Social -gracias cuya intercesión y desde la nómina de enero cobro unos setentaypico euros netos más ¡gracias don José Luis!- y ahora lo es de Transición Digital y Función Pública. Pues bien, el titular de tan inédita cartera ha anunciado una excelente novedad: la supresión de la exigencia de cita previa para poder ser atendido en cualquier oficina de la Administración. La medida tuvo una cierta justificación con motivo de la pandemia que nos mantuvo encerrados en casa durante inacabables semanas, pero superado tiempo ha este grave incidente de salud a nadie se le había ocurrido cancelar muchas de las medidas adoptadas en su momento (bastará con recordar el tiempo que tuvimos que aguantar el uso de mascarillas incluso para ir a comprar una aspirina) y lo de la cita previa había persistido hasta el día de hoy.

Semejante requisito contaba también según ciertas mentes pensantes de una supuesta ventaja añadida: la supresión de la siempre incómodas colas ante las ventanillas o las puertas de los organismos oficiales, una imagen peligrosa cuando es captada por inoportunos fotoperiodistas, siempre al tanto de situaciones incómodas para los poderes públicos. Pero tal argumento se reveló rápidamente falaz porque para la consecución de la cita era preciso utilizar un sistema informático que solía -y suele- funcionar a trompicones, de un modo manifiestamente mejorable, por no decir indubitablemente deficiente. Y eso cuando no se limita a reconocer de forma sibilina una situación de puro colapso y pretende salir del paso recomendando al sufrido ciudadanos utilizar la vía telefónica que es todavía peor porque le condena a mantener llamadas que si reciben respuesta -cuando no se cortan- lo hacen “ad calendas grecas” en decir, después de una hora, o más, de inquietante espera.

Frente a este sistema de gestión de citas previas, agotador y frecuentemente ineficaz, reivindicamos la longeva y secular tradición española de la cola. Es cierto que resulta muy incómodo formar parte durante tiempo imprevisible de una larga hilera de personas a la espera de que nos llegue el turno de alcanzar la suspirada ventanilla o mostrador para que alguien nos atienda, pero frente a la anónima e inaprensiva vía digital, la cola permite el ejercicio de la sana convivencia y de un contacto muy humano que invita a charlar con los vecinos, a despotricar contra la ineficacia de los gobiernos -todos: central autonómico, local e institucional- y, en última instancia, a apelar al tumulto y a la insurrección (¡algo imposible de hacer a través del ordenador…!)

Claro que lo mejor sería que el ciudadano pudiera escoger libremente entre pedir cita con posibilidades reales de que el sistema le responda rápida y adecuadamente o acudir de cuerpo presente a la oficia pública con la perspectiva de ser atendido en un tiempo razonable, pero quizá esto sería pedir peras al olmo. Por consiguiente, expresamos la más rotunda condena de la cita previa digital y promovemos con denuedo la recuperación de la histórica y liberadora cola. ¡Gracias también por ello Don José Luis!