Un detalle de la portada del libro

'De una batalla perdida': el lamento de Svetlana Aleksiévich

Incardinada en tres patrias y tres culturas del espacio que fue soviético, la autora bielorrusa medita sobre la tragedia vivida por sus compatriotas y, muy especialmente por las mujeres, en un pequeño gran libro

“Tengo tres hogares: mi tierra bielorrusa, la patria de mi padre, donde he vivido toda la vida; Ucrania, la patria de mi madre, donde nací; y la gran cultura rusa, sin la que no logro imaginarme. Todas ellas me son queridas. Pero, en nuestros días, cuesta hablar de amor”. Así culmina la escritora bielorrusa Svetlana Aleksiévich, premio Nobel de literatura en 2015 un pequeño gran libro titulado “De una batalla perdida” (Nordica Libros) en cuyo medio centenar de páginas expresa un sentido lamento por la tragedia del universo que le es más próximo.

Aleksiévich trae a colación algunos momentos históricos que han ocupado un lugar preeminente en su obra literaria, cuales fueron la segunda guerra mundial que produjo, entre otras cosas, un profundo desequilibrio demográfico en la sociedad bielorrusa (uno de cada cuatro varones bielorrusos murieron en la contienda, por lo que era una sociedad de mujeres), la presencia de la URSS en Afganistán (con la demoledora anécdota del niño afgano que sostiene con los dientes el peluche que le regalan porque sus brazos fueron arrancados por una bomba soviética), la catástrofe de Chernóbil y el desmoronamiento de la utopía comunista, que ha producido el curioso fenómeno de una nueva generación que la añora (“el imperio rojo ya no está, pero el hombre «rojo» se quedó. Continúa”.

“Vivía -dice Aleksiévich- en un país donde nos enseñaban a morir desde pequeños… nos decían que el ser humano existe para entregarse, para arder, para sacrificarse”. Y añade: Rusia es un país sin memoria… “no podemos esperar que haya una generación sin azotes, ni latigazos; el ruso no entiende la libertad, necesita a los cosacos y zurriagos”. Triste destino que ha vivido ella en su propia carne: feroz opositora del dictador que gobierna en su país de origen, ha tenido que exiliarse en dos ocasiones de Bielorrusia y vive actualmente en Berlín.