Fotomontaje de una biblioteca con el libro 'El reparto de África'

El continente africano no se repartió en Berlín (Ceamanos, 'El reparto de África')

El profesor Roberto Ceamanos estudia cómo se repartió el continente africano entre las potencias europeas

En cuestiones históricas existen errores que, de tan repetidos, se convierten en verdad indiscutida. Uno de ellos es el que afirma que en la Conferencia de Berlín de 1884-1885 se procedió al reparto de África entre las potencias europeas. No fue así, aunque es cierto allí que se sentaron las bases para ese reparto. De ahí la oportunidad del estudio de Roberto Ceamanos El reparto de África. De la Conferencia de Berlín a los conflictos actuales (Libros de la Catarata) que establece con claridad meridiana la realidad de los hechos acaecidos a finales del siglo XIX en la capital alemana y explica las consecuencias de aquella reunión. En realidad todo se deja muy claro desde la introducción de Mbuyi Kabunda quien recuerda que aquel encuentro convocado por Bismarck que tuvo lugar en la capital alemana entre el 15 de noviembre de 1884 y el 26 de febrero de 1885 tuvo como objeto desarrollar “las negociaciones destinadas al reconocimiento de las áreas de influencia de las potencias europeas y los acuerdos de libre comercio en las cuencas de los ríos Níger y Congo” mientras que el reparto propiamente dicho tuvo lugar entre el año en que finalizó la conferencia y 1909.

La consecuencia de ese reparto posterior fue el establecimiento de unas zonas de influencia con fronteras sobre territorios aún no suficientemente conocidos. “El verdadero problema de las fronteras en África -dice Kabunda- es que han sido definidas por las potencias extra africanas o extranjeras sin consultar a las entidades políticas o a los pueblos africanos y fueron trazadas en el desconocimiento de las realidades humanas, socioculturales y medioambientales o geográficas locales”. Y añade: “se dividió a los que debían estar juntos”, si bien después de las independencias y establecido el principio de la intangibilidad de las fronteras coloniales para evitar fracturas, conflictos e incluso enfrentamientos armados, el mapa político africano ha quedado  casi inamovible, salvo en los casos de Sudán del sur y Eritrea, por lo que la herencia de la colonización fue la consagración de la ruptura entre el África de los pueblos y la  de los Estados y, según Ceamanos, “un pesado lastre para el desarrollo de los estados africanos”.

El autor hace un recorrido previo por las exploraciones europeas en el continente africano y recuerda las razones que motivaron el interés europeo por la expansión: económicas, puesto que “África se convirtió en el mercado dónde clocar los productos europeos y en el territorio que proporcionaba materias primas y mano de obra no ya esclava, pero sí forzada” demográficas, para la absorción del exceso de población propia que huía del desempleo y la pobreza; y de exaltación nacionalista. A ellas habría que sumar las nuevas teorías que ensalzaban la superioridad de la raza blanca (Gobineau, Chamberlain, incluso Kipling) En este contexto se plantean las ambiciones de cada país por lo que resultó conveniente convocar esta conferencia que “fue un encuentro importante, pero no decisivo”.

Se produjo una verdadera carrera entre potencias para ensanchar sus imperios (pretensiones francesas de unir sus colonias del oeste con las del este (incidente de Fachoda), de los británicos de unir Egipto con El Cabo, de los portugueses de hacer lo mismo entre Angola y Mozambique, incluso de los italianos de enlazar Libia con Abisinia) y de los alemanes (que lo perdieron todos por su derrota en la guerra europea) con los consiguientes problemas fronterizos y el autor enjuicia con severidad las colonizaciones belga y alemana, que fueron particularmente crueles y dieron lugar a denuncias públicas en las respectivas metrópolis. 

Todas estas cuestiones gravitaron con la crisis del sistema colonial y las subsiguientes independencias a partir de mediados del siglo XX. Aparecieron entonces de nuevo los problemas fronterizos, ahora por la explotación de los recursos naturales, así como por el aprovechamiento de las aguas fluviales o el drama de los movimientos migratorios, mientras que el siglo XX contempló la obsolescencia de la supremacía blanca con el fin de la presencia portuguesa y la desaparición del apartheid en Rodesia y Sudáfrica.