Barcos preparados para celebrar el 'Escale en Sète'

“Escale a Sète”, un festival de tradiciones marineras en el sur de Francia

Capital del archipiélago de Thau en el sur de Francia y ciudad natal de Valery, Vilar, Brassens y Manitas de Plata, celebra el inicio de la primavera con un festival de tradiciones marineras que ha sido declarado patrimonio de la Humanidad por la UNESCO

Hay ciudades rodeadas por agua o casi, como ocurre en Sète, que está situada en el sudeste de Francia, es capital del archipiélago de Thau y se encuentra en el departamento del Herault. Esta ubicación ha hecho posible que el acontecimiento más destacado de su calendario festivo sea “Escale a Sète”, un gran festival de tradiciones marineras que este año se desarrollará del 26 de marzo al 1 de abril y reunirá a más de 120 barcos, antiguos y modernos. Habrá veleros de entre los más grandes del mundo, pero también velas latinas tradicionales del Mediterráneo, así como por réplicas históricas y reconstrucciones que animarán desfiles y batallas navales. Un verdadero acontecimiento capaz de reunir a medio millón de personas y que fue declarado patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 2018. Con él se pretende conservar y promover la cultura marítima, fomentar la protección del medio ambiente y estimular la solidaridad con las gentes dedicadas a las labores del mar.

Una embarcación en la feria de barcos francesa
En esta ciudad, que ha vivido en buena medida del mar, la cocina es rica en pescado | Pablo Ignacio de Dalmases

Sète fue construida por orden del rey Luis XIV en el siglo XVII y se edificó en una pequeña franja de arena que separa el Mediterráneo de la albufera de Thau, una de las muchas lagunas que existen en esta zona del litoral francés. Es, por lo tanto, una ciudad que ha vivido del mar y ha puesto su mirada en África, habiendo mantenido una relación muy estrecha con Argelia y Marruecos en los tiempos en que estos países permanecieron bajo soberanía o protección francesa. Pero lo que enorgullece más a los habitantes de Sète es el hecho de que en ella hubiesen nacido cuatro personalidades ilustres: el escritor y poeta Paul Valery, que le legó un importante museo, el director del festival de Aviñón, Jean Vilar, el chansonier George Brassens y el guitarrista flamenco Manitas de Plata.

La mejor perspectiva de Sete se contempla desde lo alto de Monte Saint Claire, que se eleva a unos 140 metros en medio de su trama urbana, con sendos canales a uno y otro lado -el más importante de ellos el Canal Real- que comunican el mar con la albufera. En la cima está la ermita de la Virgen de la Salette, construida en el siglo XIX por unos clérigos procedentes de los Alpes sobre los restos de una fortaleza militar que había mandado edificar el duque de Montmorency y decorada en su interior por unos frescos originales del pintor Bringuier. Junto a la Virgen, exvotos en forma de lápidas o marcos con el reconocimiento de los creyentes por los favores impetrados y recibidos. Fuera, una Cruz gigantesca, que se advierte desde casi cualquier punto de la ciudad y una magnífica vista de las aguas que la rodean.

Criadero de ostras de Bouzigues
Séte se edificó en una pequeña franja de arena que separa el Mediterráneo de la albufera de Thau | Pablo Ignacio de Dalmases

Del monte Saint Claire se desciende en dirección al puerto para pasear por el Muelle de San Luis, que cierra la rada interior. De aquí han salido durante siglos los barcos que iban al norte de África, a la España peninsular o a Mallorca. Desde el muelle se divisa el cementerio en el que está enterrado Valery, así como las dos grandes fortalezas que protegían la ciudad: el fuerte de San Pedro y la ciudadela. El este de la ciudad está alfombrado de canales interiores –Lateral, Marítimo, Orsetti, del Mediodía-, lo que le da un lejano parecido con Venecia o Amsterdam. 

En esta ciudad, que ha vivido en buena medida del mar, la cocina es rica en pescados, adobados con una salsa deliciosa denominada “rouille setois” y en ostras de Bouzigues, que se cultivan en la albufera. La principal especialidad local es la “tielle setois”, una empanada de pulpo bastante picante. De todo ello se da buena cuenta en los divertidos restaurantes situados al borde del puerto viejo, animadísimos por la noche noches y sobre todo en la época de playas (Criques de la Nau, Lazaret, Cornicjhe, Villeroy, Les tres digues, Jalabert, Castellas...) Un rincón de Francia en donde el sol luce 300 días al año.