La obra 'El Holocausto de las flores' en Sala Fénix

'El holocausto de las flores', una reflexión sobre las relaciones de pareja

Cualquier relación de pareja implica un laberinto complejo de anfractuosidades

Una antigua frase publicitaria invitaba a expresar el amor hacia otra persona con el consejo de “Dígaselo con flores”, forma silenciosa, pero considerada suficientemente elocuente, de manifestar el sentimiento más profundo y, a la vez, el más difícil de exteriorizar. El caso es que cualquier ramo de flores implica a la vez que una expresión de amor, una implícita condena a muerte de las propias flores, puesto que son desprendidas agresivamente de su medio de supervivencia natural. María Nieto atinó en advertir esta paradoja para reflexionar sobre ella y tomar en consideración la hipótesis de hasta qué punto cualquier relación afectiva conlleva en sí misma un cierto elemento de autodestrucción y lo ha expresado en un texto que, tratado por Serena Altair, se ha convertido en “El holocausto de las flores” (Sala Fénix)

En un ámbito que cabe colegir hogareño y mientras los miembros de una pareja de chico-chica -hoy las hay, como es bien sabido, de diferente composición- se afanan en la preparación de una masa de pan en su cocina, reflexionan sobre una relación llena de contradicciones y dudas pero, en el fondo, sincera y no exenta de valores. Anna Cerveró y Genís Lama, dirigidos por Jorge Velasco, encarnan sobre el espacio escénico de la sala de la calle Riereta a los dos protagonistas de este texto dramático que juega con diversos elementos: la perspectiva de la intimidad entre los componentes de la pareja que se manifiesta bien con la autoproyección sobre una pantalla de sus conversaciones más íntimas que verbalizan de espaldas al respetable, bien con la expresión de la naturalidad de esa relación con el ocasional desnudo de uno de los dos. Se han introducido también algunas inserciones musicales que se supone ligadas a determinados momentos de la relación entre ambos y todo ello se adereza con la expresa voluntad de hacer del público algo más que un colectivo de espectadores pasivos. Y así los personajes se sientan en algún momento entre éstos, recogen una prenda de vestuario colocada accidentalmente sobre el respaldo de cualquier butaca, o les interpelan para suscitar su reacción con lo que se dice o argumenta desde la ficción dramática.

Dicen los autores que “El holocausto de las flores” es “una crítica del amor romántico y una reflexión sobre la búsqueda de la felicidad impuesta por el capitalismo”, pero en mi modesta opinión no es necesario expresarlo tan hiperbólicamente. Basta con concluir, como dice Lama en un momento de la función, que “el amor es una enfermedad que padecemos tan inadvertidamente que a nadie se le ocurre someterla a diagnóstico”.