Un detalle de la portada del libro

Jorge Dezcallar explica las razones y sinrazones de Rusia para invadir Ucrania

El diplomático y exdirector del CNI Jorge Dezcallar analiza la agresión de Rusia sobre Ucrania y lo hace de forma equidistante y objetiva, tratando de comprender el origen y las anfractuosidades del más grave problema bélico habido en Europa desde la segunda guerra mundial

La invasión perpetrada por Rusia sobre Ucrania ha provocado desde hace dos años la más cruenta contienda habida en territorio europeo desde el final de la Segunda Guerra Mundial. Se trata de un conflicto complejo que precisa para su comprensión de una serie de elementos de juicio, por lo general poco o nada conocidos. El diplomático y ex director del Centro Nacional de Inteligencia Jorge Dezcallar los ofrece con “El fin de una era. Ucrania, la guerra que lo acelera todo” (Esfera de los Libros), una lúcida, completa y excelente herramienta para adentrarse en las anfractuosidades de un verdadero laberinto histórico.

Hay que tener muy presente que se trata de un país cuyo territorio, el segundo más grande de Europa, ha pertenecido en todo o en parte a muy diferentes potencias a lo largo de la historia: Rusia, Polonia, Lituania, Alemania, Austria-Hungría, e incluso en algunos sectores a alguno otro, y que solo alcanzó sus fronteras actuales con Stalin, y si mucho se nos apura, con Kruschev (que le añadió Crimea en 1953) o sea, ayer mismo, por lo que las reconocidas internacionalmente son las que tenía como república socialista soviética cuando se independizó de la URSS.

Dezcallar recuerda que Gorbachov aceptó la reunificación alemana con la condición de la OTAN no se extendiera hacia el Este, algo que luego no ha sido respetado. “Pudo haber ingenuidad, y mucha, por su parte… (aunque lo cierto) es que no hubo compromiso firmado escrito de no hacerlo”. Y, en consecuencia, no se cumplió dicho compromiso por lo que “la expansión al Este de la OTAN ha sido un factor, a mi juicio, de mucho peso en la sensación, real o no, pero muy presente, de acoso ya hostigamiento que dice sentir Rusia, a pesar de que la adhesión de Ucrania no llegar a estar nunca sobre la mesa de la organización” y eso que hubo un momento en se llegó considerar la integración de Rusia en la alianza atlántica para conseguir que se extendiera “del Algarve a los Urales”.

Considera inaceptable la imagen de Rusia, que Putin esgrime, como “Estado-civilización” que debe pugnar por mantener su identidad y defender sus valores frente a un Occidente invariablemente hostil”, lo que le lleva a considerar a Ucrania como parte constitutiva de la misma Rusia y le obliga a proteger todas las comunidades rusas asentadas más allá de sus fronteras (de ahí el argumento esgrimido en Transnistria, Osetia del Sur o Abjasia)

Estudia el desarrollo de la guerra ruso-ucraniana, en la que “todo parece valer, lo antiguo y lo moderno, procedimientos de la primera y de la Segunda Guerra Mundial junto con oros más propios de La guerra de las galaxias” y cree que las sanciones adoptadas “no han puesto de rodillas a Rusia, pero eso no significa que no hayan dañado su economía”. También analiza las consecuencias del conflicto para el propio país agresor (considera que la ocupación del 20 % del territorio no ha valido la pena ni los muertos, ni el esfuerzo, y que además le ha condenado a convertirse en una potencia vicaria de China); mientras que para Ucrania ha significado “un desastre sin paliativos” pero ha reafirmado su identidad nacional y “sentido europeo de pertenencia”; si bien para el mundo ha provocado una crisis energética y alimenticia y ha reducido el crecimiento global de la economía, ha convertido a Pekín en el socio mayor de Rusia, a Estados Unidos le ha permitido poner a prueba nuevas armas, vender gas y revitalizar la relación trasatlántica y a Turquía la ha elevado por encima de su peso real.

Pone de relieve que el riesgo nuclear es muy cierto y plantea una serie de perspectivas para la conclusión de la guerra: la victoria rusa, que parecía inevitable, pero no ha sido así y la de Ucrania, mucho más difícil y que dependerá de lo que se considere como “victoria”. Asimismo sugiere otras opciones: un final negociado, un alto el fuego al estilo de Corea, una guerra prolongada, un golpe de Estado en el Kremlin, un holocausto nuclear o las imprevisibles consecuencias de un triunfo republicano en las próximas elecciones de EEUU.

Sea como fuere, no duda en manifestar su opinión de que, aun restableciendo el derecho de Ucrania a recuperar sus fronteras y a recibir las correspondientes reparaciones por la agresión sufrida, resulta difícil prever la recuperación de Crimea y en todo caso es necesario evitar una humillación excesiva de Rusia porque podría acarrear consecuencias indeseadas.