Obra de teatro Salomé

Magüi Mira recrea el mito de Salomé (Goya)

La directora valenciana propone una renovadora recreación dramática del personaje a caballo entre la historia y la leyenda

Magüi Mira responde a aquella ancestral estirpe de profesionales del espectáculo que han compatibilizado el desarrollo de la interpretación con la dirección, tareas, sobre todo esta última, cuyo aprendizaje bien pudo desarrollar o inspirar durante los años de convivencia con José Sanchis Sinisterra. Pero además ha cultivado también la escritura teatral y lo ha hecho nada menos que tomando como tema un personaje histórico que anduvo a caballo entre la realidad y la leyenda: Salomé, la hija de Herodías, mujer de Herodes Antipas, a la que sigue de alguna forma la huella de Oscar Wilde que llevó el drama de la persecución de una injuria al plano de la venganza sentimental. Según el irlandés, al que sigue Mira, la decapitación del Bautista no se produce tanto por su crítica a una convivencia marital rechazada por las Escrituras entre el tetrarca de Galilea y la mujer de su hermano cuanto al enojo de la hija de aquella, la joven y bella Salomé, por el desamor que le profesa el profeta.

Sin perjuicio de estos antecedentes, que sin duda Magüi Mira tuvo presentes al escribir el texto dramático, la “Salomé” de la que es autora y directora y que se presenta en el Teatro Goya tiene peculiaridades que le singularizan e imprimen carácter a todas luces novedoso. Por de pronto, es un texto dramático ajustado a los cánones horarios del momento: nada de los dos o tres actos que tenían los dramas hasta ayer mismo, tan sólo noventa minutos, eso sí, con fuerte intensidad dramática y un tono que en muchos momentos adquiere rasgos que lindan la farsa, sobre todo en los personajes del tetrarca y de Herodías. Hay también otra curiosa innovación y es el rol del personaje de Juan Bautista cuya interpretación deviene a la vez en hablada y cantada (con música de Marc Álvarez) Y aún cabe resaltar una tercera peculiaridad: la incorporación al ejercicio interpretativo de los actores de unos apuntes casi coreográficos, lo que el programa de mano denomina “movimiento escénico”.

La autora y directora resalta como eje narrativo del drama la nada infrecuente concurrencia de eros con tánatos, de la temible alianza del amor con la muerte. O, dicho de otra manera, del trágico destino al que conducen ciertos amores no correspondidos. Paralelamente ha revestido el drama personal con una acerba crítica de hasta qué punto el poder puede ejercerse de formar arbitraria y despótica como herramienta para la satisfacción de espúreos intereses personales.

No es fácil el reto asumido por Belén Rueda de interpretar un personaje que han hecho actrices de la fama de Nuria Espert, pero es bien cierto que resuelve la papeleta con lucidez y no poca tensión y esfuerzo, incluso físico. Lo mismo cabe decir del resto del reparto (Luisa Martín, Juan Fernández, Pablo Puyol, Sergio Mur, Antonio Sansano, Jorge Mayor, José Fernández y José de la Torre), aunque quizá en algunos casos el tono tienda a un cierto pleonasmo interpretativo. Detalle que no tiene por qué desmerecer en absoluto un espectáculo que, reiteramos, es sin duda innovador y, en su conjunto y por muchas razones, hermoso.