Obra de teatro 'Paraíso de los negros'

Meteórica presencia de María Pagés en el TNC

La coreógrafa sevillana ha participado en el Festival Danza metropolitana con una breve actuación en la que ha presentado “Paraíso de los negros”

Una tradición mucho más que centenaria dice de Barcelona que es la “capital flamenca del norte de España” y no le falta razón no tanto por la abundancia de la oferta actual de lugares donde se cultive esta forma de expresión artística -que los hay, pero pocos y sospecho que más orientados al turismo que al público local- cuanto por la acogida que tienen los espectáculos cuando se incorporan a la cartelera de la ciudad. Buena prueba de ello ha sido la gigantesca platea del Teatro Nacional de Cataluña llena hasta la bandera durante la corta permanencia en su escenario de María Pagés que ha participado con “Paraíso de los negros” en el Festival de Danza contemporánea que se está desarrollando en una docena de municipios de la provincia.

Pagés, que colabora desde hace casi quince años con el hispanista marroquí El Harbi El Harti, ha creado un espectáculo que dice inspirado en “Poeta en Nueva York”, la metrópoli donde García Lorca descubrió la comunidad negra, aunque consolidó  sin duda ese conocimiento con mucha mayor propiedad y profundidad durante su estancia en Cuba; así como en el escritor y fotógrafo norteamericano Carl von Vechten, estudioso de la negritud, en la cantante y pianista de jazz de la misma nacionalidad y de raza negra Nina Simone, y en el poeta africano de la negritud, el senegalés Leopold Shengor. Unos referentes que se han plasmado en un espectáculo de sobria belleza y rotunda fuerza que permite a María Pagés acreditar su brillante madurez.

Tras una hilera de cadenas -llamadas a provocar un insospechado y espectacular final- la actuación de la bailaora es una muestra de su versatilidad porque hay, desde luego, baile zapateado -quizá menos del que hubiéramos deseado, pero en todo caso ejecutado con plena autoridad-, una asombrosa manipulación de los brazos, que alcanza límites de insospechada creatividad, y una breve, pero extraordinaria muestra de su dominio de las castañuelas. María aparece casi siempre sola y hacer esto en la inmensa boca del escenario del TNC bien pudiera calificarse de temeridad si no fuese porque una artista como ella es capaz de llenar el espacio con la fuerza de su mera presencia. 

Comparte protagonismo con dos cantaoras excepcionales: Ana Ramón y Cristina Pedrosa, cuya voz roca, profunda, sentida, pletórica de matices, escuchada en religioso silencio, cautivó a los espectadores. Y con ellas, los cuatro músicos, Rubén Levaniegos en la guitarra, Sergio Menem con el violoncelo, David Muniz con el violín y Chema Ugarte manejando con destreza y sonoridad la caja de percusión. Todos ellos hacen de “Paraíso de los negros” un espectáculo redondo que cautiva el ánimo y deja huella.