Jugadores de fútbol celebrando una victoria en el campo con la afición de fondo.

El Nàstic se queda sin ascenso en un partido que nunca olvidará

Los tarraconenses se dejan remontar dos goles al final de la prórroga ante el Málaga, con incidentes en las gradas

Este sábado, el Nou Estadi fue testigo de un partido dramático, donde el Nàstic de Tarragona luchaba por el ascenso a Segunda División. Ante el Málaga, en el partido de vuelta del play-off, el equipo local se jugaba todo tras un resultado adverso en la ida. Sin embargo, lo que debería haber sido una noche de celebración deportiva se vio empañada por la conducta vergonzosa de algunos de sus seguidores.

Los aficionados del Nàstic, fieles como siempre, llenaron el estadio para apoyar a su equipo en esta batalla decisiva. Alan Godoy, con un gol tempranero, avivó las esperanzas al empatar la eliminatoria y llevar el partido a la prórroga. Gorka Santamaría luego dio la vuelta al marcador, colocando al Nàstic en posición de ascenso directo. Todo parecía alinearse para un final épico.

Sin embargo, la noche tomó un giro siniestro cuando, en el minuto 107 de la prórroga, el árbitro se vio obligado a detener el juego. ¿La razón? Objetos lanzados al campo por una facción irresponsable de la hinchada local. Esta interrupción no solo interrumpió el ritmo del partido, sino que también dejó una mancha indeleble en la reputación del club y de sus seguidores.

A medida que el juego se reanudó, la tragedia golpeó de nuevo. El Málaga, aprovechando el desconcierto y desorden generados por los incidentes, logró anotar el gol del empate a dos tantos en los últimos segundos del partido. Fue un golpe devastador para el Nàstic y su afición, que había soñado con el ascenso durante toda la temporada.

Los aspectos polémicos del encuentro, como la expulsión discutida de Nacho González, solo agregaron combustible a la furia y frustración de los seguidores locales. Sin embargo, ninguna controversia dentro del campo puede justificar la vergonzosa falta de deportividad mostrada por aquellos que optaron por lanzar objetos al terreno de juego. Este comportamiento priva a los jugadores y a los verdaderos aficionados de la oportunidad de celebrar (o lamentar) el resultado en un entorno seguro.