Carles Puigdemont sobre un fondo gris

Puigdemont marca perfil presidencialista en la campaña del 12M

Las mentiras que ha ido contando cree que no le pasará factura. ¿Tiene credibilidad? Para algunos sí

A estas alturas de la película cuyo título podría ser: Puigdemont, el gran mentiroso, solo sus afines y votantes - ¿cuántos pueden ser? - . Se creen su relato propio, a un manipulador que confunde sus deseos con lo que realmente es. Lo grave del tema es que pretenda que los demás se lo traguen.

En su gran estrategia de quien echa toda la carne en el asador, el candidato Puigdemont anunciaba en una entrevista a la carta que dejará la política si no consigue volver al cargo del que fue destituido vía 155 de la Constitución. Con esa soberbia que le caracteriza afirmó: “No me veo en absoluto como líder de la oposición”, faltaría más. Como si estar en la oposición no significa seguir “luchando” por los catalanes de los que tanto habla. Pese a su argucia de querer emular al presidente Tarradellas, espera ser recibido en olor de multitudes. Claro que él no es un exiliado, sino un huido que dejó colgado doblemente a sus compañeros de gobierno a los que les dijo que se verían el lunes, y el domingo estaba en el maletero de un coche cruzando la frontera. Los dejó a todos a los pies de la justicia. Mientras, esos compañeros de Gobierno o del Parlamento eran detenidos, entraron en prisión, fueron juzgados y después indultados. Como se puede comprobar, fue muy consecuente con sus actos, sin querer asumir, como los demás, la responsabilidad que conllevaron, además de la gran solidaridad que demostró con sus compañeros. 

Las mentiras que ha ido contando cree que no le pasará factura. ¿Tiene credibilidad? Para algunos sí, para la mayoría de independentistas no. 

En esa estrategia de seguir con su relato, dice que volverá a Catalunya en el debate de investidura - también lo dijo en fechas pasadas- y lo verbaliza con “el retorno de un presidente es un tema de país, no de partido”, aunque el partido es él, como viene demostrando. Con estas declaraciones afirma que no es un discurso de derrota. Se puede decir que es un grito desesperado para que le voten, aunque sabe que no conseguirá los votos suficientes para ser el partido ganador de las elecciones, cosa que le duele. Por eso su actitud de mesías, de salvador del país, del que, si no es elegido, se marcha “dignamente”. Lo malo del asunto es que nadie se lo cree. Es de los que necesita estar en política, en primera línea chupando cámara, titulares y rodeado de sus más fieles vasallos, que le gusta mucho.

La presencia y sobre todo las intervenciones de Carles Puigdemont no van a dejar a nadie indiferente, el espectáculo va a estar servido. Que se preparen los medios, que la campaña no será nada tranquila, ni aburrida, sino que con candidatos como Puigdemont se puede esperar cualquier cosa. Eso debe pensar el candidato de ERC, y presidente actual de la Generalitat de Catalunya, Pere Aragonés, contra quien va dirigida parte de su estrategia. Lo mismo ocurrirá con él que según las encuestas se perfila como ganador-  que no quiere decir como presidente-: una cosa es ganar y otra muy distinta gobernar-, a quien el huido le seguirá desprestigiando. No es el único, el PP catalán le reprochará el doble juego, que según ellos emplea.

 La estrategia de Puigdemont también envía un mensaje a Pedro Sánchez para que le apoye en la carrera a la Plaza de Sant Jaume. Es la moneda de cambio para seguir apoyando a que el presidente siga en Moncloa. Enfrente se encuentran los republicanos, los que también facilitan en sus votaciones la presidencia de Sánchez. Se encuentra en medio, con las manos atadas. El resultado que den las urnas el 21 de mayo se verá hacia donde van las tendencias. La división del independentismo fragmenta los votos y eso no es bueno para ellos. Claro que el carisma que se otorga a Puigdemont puede llevarlo a la salvación…