Rosa con una cara triste

El declive de la rosa: Cataluña se queda prácticamente sin productores para Sant Jordi

Este año, se prevé una producción similar a la del año anterior, alrededor de 40.000 rosas

La fiesta de Sant Jordi, el 23 de abril, es uno de los eventos más emblemáticos del calendario catalán, celebrado con fervor patriótico. Sin embargo, la esencia misma de esta festividad, representada por la rosa, se enfrenta una paradoja desalentadora: la dependencia de importaciones.

La globalización ha mermado la producción local de rosas en Cataluña, dejando a un solo productor local, Flors Pons, de Santa Susanna (Alt Maresme), para abastecer la demanda.

Este año, se prevé una producción similar a la del año anterior, alrededor de 40.000 rosas, con la perspectiva de disminuirla en los próximos años según las condiciones del mercado, según declaraciones de Joan Pons, uno de los responsables de la empresa, a Nació Digital.

Las predicciones del año pasado se han confirmado trágicamente. Uno de los últimos dos productores de rosas en Sant Jordi 2023 ha cerrado sus puertas.

Flores Bertran de Teià, con tres generaciones de historia en el cultivo de rosas, ha visto su producción disminuir gradualmente hasta quedar reducida a unas 40.000 unidades, incapaz de competir con las importaciones.

La familia Bertran ahora se ha diversificado hacia otras flores, como hortensias, poinsettias, dalias y calas de colores, mientras compra rosas colombianas para Sant Jordi, reconociendo su calidad superior y la ventaja de los climas estables en los países productores.

Mientras tanto, el cultivo de rosas en Cataluña se enfrenta a desafíos adicionales, como la competencia desleal de importaciones más baratas y la lucha contra plagas sin los recursos adecuados.

Una situación alertada desde hace tiempo

El declive de la rosa catalana es una agonía largamente anunciada. En las décadas pasadas, el Maresme solía satisfacer la mayor parte de la demanda de rosas para Sant Jordi, pero ahora representa menos del 1% de la producción total requerida.

La falta de relevo generacional en el cultivo de rosas y la creciente dificultad para encontrar trabajadores dispuestos a asumir el arduo trabajo agrícola agravan la situación.

Flors Pons, el único productor restante, enfrenta decisiones difíciles sobre el futuro del cultivo de rosas. La reducción gradual del área de cultivo es una medida para equilibrar los costos, mientras que la empresa se enfoca en otras flores más rentables, como el eucalipto.

Mientras tanto, los Bertran exploran mercados extranjeros y nuevas oportunidades para sobrevivir.

El declive de la rosa catalana no solo es una pérdida económica, sino también cultural. El Maresme, históricamente conocido por su producción de flores, enfrenta un futuro incierto mientras lucha por mantener viva una tradición que alguna vez fue su orgullo y sustento.