El libro 'León de Lidia' en una biblioteca

La escritora mexicana Myriam Moscona publica en España su novela 'León de Lidia'

Es su segunda obra narrativa tras una fecunda actividad poética y recupera el judeo ladino que oía hablar a su abuela

“Según los estudios realizados parece que los emigrantes mejicanos que cruzan el Río Bravo pierden su idioma en el plazo de dos generaciones; en cambio, el judeo ladino ¡ha sobrevivido desde 1492 hasta nuestros días!, lo que permite deducir que ha sido mantenido vivo por 29 generaciones” nos dice la escritora mexicana Myriam Moscona cuando conversamos con ella sobre su novela “León de Lidia”, la segunda que ha publicado después de “Tela de sevolla” -ambas publicadas por Acantilado- tras un fecunda carrera literaria como poetisa.

Se ha dicho que “nuestra patria es la lengua que hablamos” y así lo entiende también ella pese a los antecedentes familiares que la unen con Bulgaria, idioma en el que oía hablar a sus padres. “Los perdí prematuramente y con ellos dejé de escuchar el búlgaro, y como me crie en México, mi lengua de referencia ha sido siempre el español. Pero en cambio recuerdo el judeo ladino en el que se expresaba mi abuela”. 

De ahí la presencia en su obra poética de poemas en judeo ladino y que en esta última novela incorpore muchos textos en este mismo idioma. “Cuando terminé mi primera obra narrativa me di cuenta de que quería seguir explorando tanto en mi propia lengua española como en el judeo ladino que, pese a las influencias que ha recibido a lo largo de cinco siglos del italiano del turco, griego, italiano y otras lenguas, sigue fundamentalmente fiel a su origen hispano” Puntualiza que “León de lidia” no es un continuación de la novela anterior, sino una obra autónoma, si bien con muchos vasos comunicantes con “Tela de seboya”. Y añade: “la he escrito en fragmentos, como las rodelas de una colcha, cada una de las cuales es diferente de las demás, pero todas juntas forman una unidad armónica. De ahí que se pude leer desordenadamente según el capricho de cada lector”.

Myriam recuerda su procedencia de una familia de emigrantes búlgaros que se trasladaron a México después de la segunda guerra mundial, por lo que representa la primera generación plenamente mexicana de su estirpe, aunque “siempre tuve algún pie metido en mis orígenes en la búsqueda de lo incompleto, un poco al estilo de Marcel Proust, que ha sido mi gran maestro y quien me ha enseñado cómo aprender mejor lo que no se sabe de uno mismo, nuestra memoria incompleta. Por todo ello puedo decir que en mi novela subyace de alguna manera la memoria de mis padres”. 

Puntualiza que, pese a todo ello, no es auto ficción. “Eso sí, hay una búsqueda de una lengua que, si no está muerta, sí está muriendo siempre, como es el caso verdaderamente excepcional del judeo ladino. Pero no es un tratado sobre esta lengua, sino que su presencia está integrada orgánicamente en el texto conjuntamente con una serie de fotos y no es difícil advertir personajes que tienen que ver con figuras conocidas, tales las de Freud, Picasso, Thomas Mann e incluso con Madame Bovary, a la que no es difícil adivinar tras el personaje de Tante Blanche, mujer adúltera inspirada en un personaje real- que no tuvo jamás intención de ser feminista pero que lo fue sin saberlo ella misma”.

Un detalle anecdótico: la cubierta de la novela reproduce la imagen de unas monedas que se utilizaban en el reino de Lidia que estuvo situado en la actual Turquía. Lo hice -nos revela- por el símbolo de dicho estado y por su nombre, que coincidían con los patronímicos de mis padres: León y Lidia”.