Fotomontaje de una biblioteca con el libro MadridManía

“MadridManía”, un recorrido por la ciudad en la que nadie es un extraño

Manuel García del Moral y Pedrita Parker invitan a recorrer Madrid con buen humor, pero también con muchos datos interesantes o curiosos y numerosas indicaciones útiles para el visitante e incluso para el residente

Existe un género literario hasta ayer mismo imprescindible y hoy en tela de juicio: el de las guías de viaje. Popularizadas a partir del siglo XIX cuando, con la expansión del ferrocarril, fue posible desplazarse con mayor comodidad a lugares muy alejados del propio domicilio, han constituido una herramienta de extraordinaria utilidad para planificar recorridos, organizar desplazamientos, reservar hoteles y programar estancias y visitas. Pero esto ahora lo podemos hacer con toda comodidad desde nuestro ordenador o con el móvil, y las consecuencias están a la vista: las guías de viaje, por demás unos libros de muy corto recorrido comercial por su rápida obsolescencia, han quedado seriamente tocadas.

Ello no significa en modo alguno que estén condenados a desaparecer. Lo único que necesitan es una imaginativa readaptación a los gustos y necesidades de lector y del viajero actual. Lo ha entendido muy bien Manuel García del Moral con “MadridManía, (Lunwerg) que no es una guía de viajes convencional, sino un divertido texto que puede utilizarse con esa función pero también como entretenimiento informativo y documental. El autor describe una ciudad peculiar que en un tiempo en el que algunos territorios presumen de habitantes con los ocho apellidos propios del lugar, carece casi por completo de residentes con tal raigambre porque su población se ha venido formando, sobre todo a partir del siglo XX, por sucesivas llegadas de inmigrantes que han acabado dándole una personalidad cosmopolita y haciendo posible que en Madrid nadie se sienta extraño. Como dicen los autores “lo bueno es llegar a Madrid con la boina y la carpeta de cartón y a los cinco minutos ser de Madrid”.

Debo decir que yo llegué a Madrid por primera vez no con boina y maleta de cartón, pero si con  cartera de estudiante y mochila, para cursar la carrera de periodismo en una Escuela Oficial que ya no existe y en una calle del Capitán Haya que ahora tiene otro nombre, cuando en la ciudad todavía circulaban los tranvías, eran famosas las vicetiples de los teatros Martín y La Latina y se podía comer en los sindicatos verticales del paseo del Prado, en una mole que hoy es sede de nosecuántos ministerios, por 19 pesetas. ¡Velay!

Hoy, Madrid es una metrópoli europea con gentes de centenar y medio de orígenes nacionales en la que se puede comer en el restaurante más antiguo de Europa (Botín, de 1725) o en el histórico Lhardy donde cenaba Isabel II, pero también saciar el hambre con un tradicional bocadillo de calamares o una sopa de gallina peruana, tomar un café con media en el Gijón o el Comercial o chocolate con churros en San Ginés, contemplar un templo egipcio (Debod), ver los mejores espectáculos musicales, disfrutar del Gernika en el Reina Sofía o de La Meninas en el Prado, asistir a ferias y congresos internacionales y, a la vez, a verbenas populares luciendo mantón de Manilla (ellas) para bailar un chotis que, por cierto, no es baile autóctono, sino que tuvo su origen en la polca alemana y llegó hace menos de doscientos años. 

De todo ello escribe García del Moral en este libro que es mucho más que “una guía ilustrada para enamorarte de la ciudad”, a la que ha puesto color y monigotes Pedrita Parker y en la que ¡por fin! hemos podido saber el significado de ser “más chulo que un ocho” o por qué a los madrileños les llaman “gatos”.