El libro 'Querer como las locas' en el centro de una biblioteca

La obra de Rafael de León, expresión oculta del universo gay ('Querer como locas')

El autor analiza las coplas de Rafael de León cantadas por las tonadilleras e interpreta el significado subliminalmente gay que se ocultaba en ellas

“Yo nunca antes había tratado a un maricón anciano… nunca había estado cara a cara con un maricón que tuviera cerca de noventa años” dice Jesús Pascual en las primeras páginas de “Querer como las locas. Pasiones maricas ocultas en la copla de Rafael de León” (Cántico), un ensayo a caballo entre el análisis del significado subliminalmente gay que se escondía en el cancionero de este autor sevillano y la peripecia de un personaje cuya vida estuvo estrechamente unida a este colectivo: Antonio “el Palomita”, originario de La Palma del Condado, pero afincado en la capital hispalense. Un hombre modesto, que se ganó la vida como pintor de brocha gorda, una de las profesiones más comunes entre las personas de su condición sexual en la Sevilla de su tiempo. 

Resulta interesante constatar que, según Pascual, “los mariquitas durante el franquismo formaban parte de la realidad social de Andalucía siempre que se hicieran presentes en ella a través de determinadas formas rígidas, esforzándose en que sus cuerpos e identidades cupieran por la única puerta de acceso al ámbito público que tenían permitido cruzar” lo que implicaba “la ambigüedad, la connivencia, la voz baja, los códigos secretos”. Ello permitió a “la Palomita” vivir sin persecuciones, trabas, ni traumas: no sufrió rechazo familiar, ni tampoco social y sus vecinas, que conversaban entre ellas sentadas al atardecer en las puertas de sus casas, aceptaban naturalmente la entrada y salida de hombres de su domicilio como fruto de encargos de pintura o pago de trabajos realizados. Incluso recodaba la “mili” como una de sus etapas más felices, particularmente durante las guardias nocturnas… Y se sintió feliz participando en la vida cofrade, en la que los gais cuidaban particularmente del vestido de imágenes de la Virgen y el ornato de los pasos procesionales. “Si no había maricones, la cofradía no se movía, si salía a la calle”.

La Palomita, durante el franquismo, “nunca percibió la represión o nunca la percibió como tal, porque estaba perfectamente asimilada” y pudo, además, vivir felizmente con el pescadero Joaquín, su “macho”, ¡durante 58 años!, más que ningún matrimonio. Lo que permite subrayar justamente la divisoria que entonces existía entre el homosexual pasivo, el marquita por antonomasia, y el activo, que era el “macho” y a quien nadie osaba considerar marica. Era una situación aceptada en la que “las relaciones sexuales con hombres considerados heteros, muchas veces casados o con novia, que ocurrían en secreto, en la que los marquitas hacían las veces de amante extramatrimonial”. 

¿Qué relación tiene todo esto con el texto de las coplas de Rafael de León, “el hombre que puso en verso la historia sentimental de varias generaciones de este país”? Poeta insigne, a la altura de los Machado, amigo que fue de García Lorca, injustamente minusvalorado por su dedicación al género ligero, por cierto, él mismo gay y, a la vez, noble titulado, supo, según Pascual, expresar subliminalmente los problemas inherentes a las peripecias amatorias homoeróticas. Subraya su cariz esencialmente narrativo y como expresión de deseo dolorosos e inalcanzables, el imperio de normas sociales, los finales melancólicos o resignados y la marginación como fruto de las transgresiones cometidas. “En la obra de Rafael de León la expresión del amor aparece intrínsecamente ligada a una idea de sufrimiento” de tal modo que “sucumbir al amor es asumir el sacrificio”. Y sugiere una sutil identificación entre algunos de sus personajes: así maricón/solterona o mariquita/”la otra” para concluir que “todas las historias de amor que cuentan las letras de Rafael de León son historias vividas por maricas”. Afortunadamente no fue el caso de Antonio “La Palomita”.