El líder de la derecha portuguesa, Luis Montenegro, tras ganar las elecciones

Portugal, un país que da ejemplo en muchas cosas, también en ética

Hay que recordar la coherencia socialista portuguesa cuando su primer ministro, Antonio Costa, dimitió inmediatamente cuando se le relacionaba con una trama de tráfico de influencias

He de reconocer que siempre he admirado a nuestros vecinos/hermanos los portugueses que, en los últimos años, sin hacer ruido se han situado muy bien económica y socialmente: han superado la pandemia de COVID, la crisis económica mejor que España, y sin hacer aspavientos, ni presumir de nada.  Los portugueses son modestos y silenciosos, que no quiere decir que no sean emprendedores, luchadores, una sociedad acogedora y sobresalientes en muchos campos. Portugal, un país de conquistadores, de cultura, de economía boyante en la actualidad ha sabido siempre salir con mucha dignidad de los cientos de problemas que han tenido a lo largo de su historia. Han protagonizado una revolución, la de los claveles, que convirtió al país en una república, tras vencer al dictador Antonio Oliveira Salazar. Lo hicieron con la inteligencia y la valentía de los que estaban cansados del régimen.

Este domingo Portugal celebraba sus elecciones legislativas adelantadas, en las que, tras la dimisión de su primer ministro, el socialista António Costa - que había ganado por mayoría- los resultados parecían imprevisibles. Al final ha ganado el centroderecha por la mínima y los ultras han triplicado sus votos y   reclaman entrar en el Gobierno. 

La fragmentación de la Asamblea de la República se mantendrá igual: 8 partidos (tres a la derecha y cinco a la izquierda). Sumadas, las formaciones de izquierda no dan para formar gobierno. Conocido el resultado los dos grandes partidos se han pronunciado.  El líder de los socialistas Pedro Nuno Santos manifestaba en su primera intervención que el PS será oposición y que no dejaría el liderazgo a la ultraderecha Chega. Anunció que no obstaculizará la formación de gobierno de Luis Montenegro, pero puntualizó que no será el soporte del Ejecutivo. “Nuestro camino comienza hoy para recuperar a los descontentos”.

Por su parte, Luís Montenegro líder de Alianza Democrática (AD), partido ganador de los comicios, afirmaba que no abrirá las puertas del Gobierno a la ultraderecha, que es un gesto que le honra. Insistió en que “naturalmente cumpliré mi palabra”.

Lo que se ha podido comprobar con los resultados de estas elecciones son varias cosas, pero hay dos muy significativas: Que el partido socialista portugués ha reconocido su derrota, aunque sea por la mínima, la admite y se queda en la oposición sin intentar rascar votos para hacer con el gobierno. Dos, que Alianza Democrática ha dejado claro que no pactará con la ultraderecha. Dos actitudes políticas que son coherentes a la hora de tomar decisiones, sin aferrarse al poder, en un país que en muchas cosas puede dar lecciones a España, como lo han demostrado en tantas ocasiones, sin alardear de ello.

Hay que recordar la coherencia socialista portuguesa cuando su primer ministro, Antonio Costa, dimitió inmediatamente cuando se le relacionaba con una trama de tráfico de influencias. Lo hizo sin esperar a ser  juzgado. Después  resultó que no había tenido nada que ver. El Ministerio Público de Portugal reconoció un error en la transcripción de una escucha telefónica, confundiendo al ministro de Economía, António Costa Silva, con el primer ministro, António Costa. Error que le costó la carrera política y no fue resarcido, sino que se retiró dando paso a otro candidato. Un gesto que muy pocos se aplican. Por eso Portugal también en política es un ejemplo de coherencia y ética. Se alaba la actitud porque desgraciadamente son pocos los que recurren a la dimisión cuando la sombra de la duda planea sobre ellos.

Recuerdo la frase pronunciada por el primer ministro socialista portugués, Mário Soares, que en su día dijo :“Después del 25 de abril, Portugal era un país extraordinario. Hicimos de todo. Nos unimos a la Unión Europea, un gran gesto. Desarrollamos una inmensa política social. Teníamos un servicio nacional de salud gratuito. Había respeto por los sindicatos de todo tipo. Y el diálogo social entre sindicatos y empresas para lograr el acuerdo social. Todo esto sucedió. Creamos un país que, hasta la crisis, era un país extraordinario”. Y podemos añadir que Portugal sigue siendo un país extraordinario.