Un detalle de la portada del libro

Los agujeros negros ni son agujeros, ni tampoco realmente negros (Rebecca Smethurst)

La doctora Rebecca Smethurst, investigadora de la Universidad de Oxford y experta en el papel que desempeñan los agujeros negros supermasivos los explica a lectores no iniciados en un libro que ayuda a comprender muchos fenómenos del universo

Desde hace unos años leemos y oímos hablar de los agujeros negros como si se tratara de un fenómeno inquietante de insaciable voracidad capaz de engullir todo objeto celeste que se atreve a acercárseles peligrosamente. Y es evidente de que se trata de una singularidad sumamente importante en el universo del que formamos parte, pero en torno a la que se manejan numerosos conceptos erróneos que la doctora Rebecca Smethurst, astrofísica e investigadora de la Universidad de Oxford y especialista en la materia, trata de desmontar en un libro de fácil lectura para los no iniciados titulado Breve historia de los agujeros negros (Blackie Books).

“Los agujeros negros no son negros, sino lo más brillante de todo el universo, resplandecientes montañas de materia absolutamente imposibles de ignorar”, afirma la astrofísica británica, quien añade que “no succionan” aunque “es cierto que son muy masivos” pero a la vez que “resulta tremendamente raro que algo logre llegar a un agujero negro” al punto de que “es asombroso que algunos hayan logrado ser tan supermasivos”. De hecho “un agujero negro puede tardar más de 500 millones de años en absorber tan solo la mitad de toda la materia de su disco de acreción” que es el proceso de acumulación de materia que se origina en las colisiones producidas entre las partículas de gas que reducen poco a poco su energía y se acercan al agujero negro. A mayor abundamiento, la doctora Smethurst se manifiesta incluso contraria a la misma denominación de “agujero negro” habida cuenta que "es lo menos parecido a un agujero que puede existir… (puesto que un agujero negro) no implica la ausencia de nada, (sino) la presencia de todo, materia en su forma más densa posible".

Lo que sí es cierto es que la inmensa gravedad que producen impide que podamos observarlos por la luz que desprenden, puesto que la velocidad de escape de ésta se acerca la de la propia luz, por lo que han podido ser detectados por la emisión de rayos X.

La autora nos tranquiliza respecto a su función. “No son aspiradores en el sistema solar; el papel de un agujero negro sería más bien el de una especie de pastor gravitatorio, así que tener un agujero negro en nuestra galaxia no sería algo malo, sería algo genial”. Y el caso, es que como en “en el centro de cada galaxia hay un agujero negro supermasivo”, la Vía Láctea no es una excepción. Dicho de otra manera, no hay por qué preocuparse por ello y para mayor convencimiento resulta muy útil leer este libro de la profesora de Oxford en el que nos describe con lenguaje comprensible los secretos más elementos de la astronomía…. sin utilizar fórmulas matemáticas salvo la más elemental de todas y hoy de conocimiento universal, la de la ley de la relatividad formulada por Einstein (E=m x v2) Sabia decisión que sigue el consejo atribuido a Stephen Hawking quien dijo en cierta ocasión que “el número de fórmulas incluidas en un libro es inversamente proporcional al número de sus ventas”.